sábado, 12 de noviembre de 2022

Al otro lado de la calle - Capítulo III

 

Al otro lado de la calle



Capítulo III

Un chico intercambia cuerpos con su vecina de enfrente por culpa de un libro mágico.

Esta es una historia basada en la original de Lejla.



Un par de semanas después. Enrique y yo habíamos salido de vacaciones, y mientras él había ido a jugar al golf, yo había elegido ir a tumbarme a la piscina del hotel. Había sido una elección difícil, ya que significaba llevar un bikini, un bikini modesto, pero un bikini al fin y al cabo. Era de color azul marino con patrones blancos, lo que, por supuesto, no disimulaba en los atributos de este cuerpo.


Estaba muy contento de estar fuera de casa. Necesitaba un descanso del monótono trabajo doméstico y, además, al vivir al lado de mi antigua casa me acordaba constantemente de mi antigua vida. La semana pasada había hablado con Esperanza. Ella recién salía de mi casa después de estar con la señora Rocío, justo cuando yo llegaba a casa desde el supermercado. Esperanza me había ayudado a llevar las bolsas y luego se había quedado a charlar un rato. Rato que fue una tortura. Deseaba desesperadamente decirle quién era realmente, pero conseguí resistirme.

Ahora estaba acostado en una tumbona bebiendo piña colada con un popote y observando a un grupo de chicas acostadas frente a la piscina desde detrás de mis gafas de sol. Dios, estaban buenísimas, sobre todo la del pelo oscuro con el diminuto bikini blanco. Sentí que en mi entrepierna comenzaba la ya conocida sensación de anhelo y desvié mi atención hacia un grupo cercano de universitarios que jugaban al voleibol. Eso es lo que habría estado haciendo, si no hubiera tenido que cargar con el cuerpo de esta mujer.

Pidiendo otra piña colada, observé a los jóvenes jugar, sintiéndome un mirón. Levanté las cejas cuando uno de los chicos pidió a las chicas que se unieran, una jugada obvia, que funcionó igualmente. Las chicas reían y saltaban, las tetas rebotaban en sus diminutos bikinis y los chicos intentaban superarse para impresionarlas. Al poco tiempo dejaron de jugar y regresaron a las tumbonas, las chicas pasaron sus cosas a los chicos y cada una eligió a un chico para sentarse a su lado. Mi belleza de pelo negro eligió a un chico atlético de pelo corto. Qué suerte.

Si no fuera por ese hechizo, podría haber estado en la playa con mis amigos o Esperanza... Una horrible incertidumbre me invadió y, como siempre, me encontré buscando mis cigarrillos. Gracias a Dios se podía fumar aquí. El vuelo había sido horrendo, y realmente me hizo ver lo adicto que era el cuerpo de la señora Rocío a estas cosas horribles. Cuando salí del aeropuerto ya estaba en la total desesperación.

Seguía odiando los cigarros, pero formaban parte de mi nueva vida tanto como beber o comer y ahora no podía imaginarme pasar más de unas horas sin fumar. El alcohol y el café empeoraban la adicción. Siempre me encontraba disparado para fumar un cigarrillo después de las comidas, cuando estaba atascado en el tráfico o en el teléfono, y después del sexo, por supuesto. Pero el estrés era el principal desencadenante que no podía ignorar.

Exhalando, sostuve el cigarrillo entre dos dedos rematados con largas uñas y miré por encima de mis enormes pechos abultados a mi voluptuoso cuerpo de señora. Pensando en mi viejo cuerpo de hombre joven, susurré la letanía.

— "Soy Rocío Vélez. Una ama de casa de 41 años con un marido cariñoso".

De vuelta a la habitación del hotel, me tumbé en la cama, Enrique estaba en el baño tomando una ducha. 

— "Oh si, oh dios si", susurré mientras la belleza de pelo negro de antes me lamía — "no pares, por favor no pares".

Por supuesto, esto era sólo una fantasía que me hacía mientras estaba allí acostado, intentando desesperadamente darme placer con mis dedos. El andar de mirón me dejó tan excitado que no tenía más remedio que intentar satisfacerme. En mi fantasía, la chica de pelo negro se había acercado a mí en el bar y me había dicho que me había estado observando desde la playa. Pensó que estaba sexy tumbado en bikini, fumando y bebiendo piña colada. Volvimos a mi habitación y me besaba mis tetas.


Con el paso de las semanas, me resultaba difícil seguir fantaseando como mi antiguo yo y todas las fantasías que reproducía en mi cabeza me implicaban en el cuerpo de la señora Rocío, lo que me parecía francamente ridículo. Sin embargo, como otras veces intentando masturbarme en este cuerpo, lo único que había hecho era ponerme más cachondo.

Suspirando, oí a Enrique cerrar la puerta. Se estaba secando y sonrió ante mi desnudez, se acercó y me besó suavemente en los labios.

En ese momento, yo estaba tan desesperado como nunca había estado por el sexo producto de mi mente todavía llena de pensamientos de las chicas en la playa. Enrique me sentó en la orilla de la cama y me llevó la mano a su polla para intentar que se animara.

— "Mi amor, por favor", protestó, — "Acabo de salir de la bañera...", me dijo como insinuando algo mientras apretaba mis pechos haciendo que mis sensibles pezones se pusieran rígidos al instante. — "Ya ha pasado tiempo y no lo has hecho.", continuó, empujándome suavemente de mis hombros mientras yo miraba confundido.

— "Vamos Rocío, ¿Cuál es el problema?" frunció el ceño. — "Antes me la chupabas cada dos días y ahora hace meses que no tengo nada. ¿Hay algún problema? ¿Te he molestado?"

Oh, Dios, no. La horrible comprensión de lo que quería se hizo presente.

— "No.... Quiero decir.... No hay... Oh por Dios... No hay problema", tartamudeé.

— "Bueno, entonces, si todo está bien", sonrió, — "Hazlo ahora, sabes que quieres hacerlo".

No quería, pero me resigné a mi situación, me puse de rodillas, acercando mi cara a la erección de Enrique. Sujeté suavemente su miembro, mis delgadas manos se burlaban de mí con su feminidad. Le di una lamida experimental a la cabeza y oí a Enrique jadear por encima de mí. Recordé las películas porno que había visto y empecé a darle largas lamidas al pene antes de pasar la lengua por la cabeza. Finalmente lo metí en mi boca, chupando y lamiendo rítmicamente mientras mis labios se deslizaban hacia adelante y hacia atrás por su pene. Justo detrás de Enrique había un espejo en el que podía verme a mí mismo, atrapado en el cuerpo de la señora Rocío, dándole una mamada a su marido.  ¡Así no es como había imaginado que sería mi primera mamada! pensé.


Las lágrimas corrían el riesgo de brotar mientras el sabor de su polla llenaba mi boca.  ¡Por qué tenía que pasarme esto a mí! pensé mientras chupaba su pene duro y caliente. La boca y la mandíbula me dolían de tanto chupar. Enrique enredó sus manos en mi pelo rubio hasta los hombros, antes de sujetar suavemente la parte posterior de mi cabeza, con la otra mano me tomó del mentón y empezó a marcar un ritmo más rápido. 


Yo me dejé llevar y fui recompensado por un repentino espasmo que me tomó por sorpresa, una carga caliente y salada me golpeó el interior de la boca haciéndome jadear y su pene salió disparado. Una segunda carga me golpeó en la cara y salpicó mi barbilla para gotear sobre mis enormes pechos. Sin pensarlo, volví a meter su pene en mi boca para contener el flujo y sentí el semen con mi lengua. Finalmente, Enrique se retiró y me quedé mirando mi reflejo, el de la Sra. Rocío con semen salpicado en su cara y en sus tetas. ¿Es este mi castigo por meterme con poderes que no entendía y arrebatarle a la señora Rocío su familia? ¿Su cuerpo sería mi prisión y su vida sería mi sentencia?

Hice una mueca y me tragué la carga viscosa en la boca.

 "¡Eres demasiado buena en eso como para no hacerlo!" Enrique se reía mientras se desplomaba en la cama  "Maldita sea mi amor, no vuelvas a alejarte de mí de esa manera."

 "No te preocupes cariño, no volverá a pasar.", respondí humildemente y me puse de pie, tambaleándome con los ojos llorosos me fui al baño.

Más tarde, esa noche, nos sentamos en una mesa exterior de un restaurante no muy lejos del hotel. Acababa de terminar el postre, un delicioso suflé de limón.

 "Estaba muy bueno", comenté, sonriéndole a mi marido. Tomé mis cigarrillos, saqué uno, me lo metí en la boca y me incliné hacia delante para que Enrique me lo encendiera.

 "Gracias, cariño", dije exhalando.

 "Dios, estás muy sexy hoy" dijo con una mirada de picardía.

Me reí y le devolví la mirada con timidez. Llevaba un vestido rojo y un suéter blanco, el vestido era escotado y que, combinado con el sujetador push-up de encaje que llevaba debajo, hacía que mis grandes pechos parecieran aún más grandes. Llevaba la cara muy maquillada, mi cabello bien cepillado y en los pies llevaba un par de zapatos de punta abierta con un tacón bastante alto y una ligera plataforma en la punta. Eran los zapatos más difíciles de caminar que había usado y tenía que andarme agarrando al brazo de Enrique para apoyarme la mayor parte del tiempo.


He de admitirlo estaba tan excitado que me había vestido deliberadamente de la forma más sexy posible, que era exactamente lo contrario de cómo quería parecer en público, quería parecer tan sexy como pudiera para Enrique, necesitaba con urgencia un alivio sexual que no podía pensar en otra cosa. Al principio no quería que la gente se diera cuenta de que estaba vestida como una mujer, pero ahora era una mujer. Una mujer que iba a cenar con su marido, que querría estar bien para él. Y me veía bien. Si mis antiguos amigos me hubieran visto, me habrían llamado milf.

Por debajo de la mesa pasé la punta de la plataforma de mi zapato seductoramente por la pierna de Enrique.

 "No puedo esperar a llevarte a la cama", ronroneé, luchando interiormente contra un estremecimiento. Esto estaba cerca de mi límite. Pero justo en ese momento había muy pocas cosas que no hubiera dicho o hecho para conseguir el alivio que este cuerpo tanto ansiaba.

A la mañana siguiente nos despertamos todavía envueltos en los brazos del otro después de la noche anterior haciendo el amor. Enrique había conseguido que me corriera una y otra vez, y me quedé dormido, exhausto y sexualmente satisfecho. Enrique fue al baño y yo me levanté de la cama, y me quedé mirando mi desnudez en el espejo, mi pelo rubio parecía desordenado, y mis enormes pechos ocupaban la mayor parte de mi torso. Aunque no estaba gorda, tenía un poco de barriga que me molestaba un poco, ya que toda mi vida había sido delgado y atlético, y estar fuera de forma y ser fumadora no me gustaba, ¡sobre todo porque también había envejecido un montón de años! Decidí que me debía intentar dejar de fumar y poner este cuerpo en mejor forma. Saliendo del baño y notando que me miraba, Enrique se acercó por detrás de mí y comenzó a mensajear mis pechos con sus dos manos, entonces comencé a gemir ligeramente.   "Vamos, duchémonos juntos", dijo susurrando en mis oídos mientras me besaba el cuello.

Con una pequeña sonrisa, asentí con la cabeza y los dos entramos en el baño, y abrimos el agua. Al entrar, Enrique continuó con sus mensajes en mis pechos, lo que a su vez me hizo enloquecer de lujuria, para no sentirme tan homosexual imaginé a Esperanza haciéndolo en su lugar. Oh, cómo la anhelaba, pensé, mientras sentía a Enrique meterme su miembro. Gemí de placer, me devolvió a mi realidad. No podía pensar en ideas tan absurdas, ahora soy una ama de casa, una señora con un marido y dos hijas, pensé mientras Enrique llegaba al clímax dentro de mí, llenándome con su semen mientras yo dejaba escapar un largo gemido de placer.



Nos vestimos y Enrique mencionó que uno de los chicos con los que había jugado al golf el día anterior quería saber si nos gustaría jugar contra él y su mujer un partido amistoso de tenis más tarde ese día. Me encantaba jugar al tenis en mi cuerpo anterior, y había jugado para la escuela hasta que había pasado por el cambio de cuerpo. Acepté sin problema, solo que tendría que conseguir unos zapatos deportivos, ya que sólo me había llevado zapatillas y sandalias, además, la señora Rocío ni siquiera tenía un par de tenis. Encontramos una tienda de deportes y Enrique me compró un par de tenis, de un color verde y rosa fosfo, eran horribles, pero cuando me los probé, me sentía como el cielo en los pies. Me había pasado los últimos meses andando casi exclusivamente con tacones, y ahora esto, oh Dios mío, era tan cómodo.

Con enojo me quité los tenis para pagarlos, deslizando los pies en mis zapatillas de tacón de 10 centímetros sintiendo inmediatamente cómo se me tensaban las pantorrillas, una sensación a la que, por desgracia, ya me había acostumbrado. Junto con los tenis Enrique me compró un set de tenista que era una falda blanca y una blusa rosa, que me los dio en el hotel para que preparara para ir a jugar.


 "¿En verdad tengo que usar esto, amor? pregunté apenado, era demasiado algo demasiado femenino.

— "¿Hasta cuando tendremos la oportunidad de hacer algo así mi vida? Vamos, solo será por esta vez." me decía Enrique.

— "Está bien."


Me terminé de subir la falda blanca y entonces me entró un poco de pánico. Muy pronto me di cuenta de que las mujeres tienen dos tipos de sujetadores muy diferentes. Unos muy prácticos, que mantenían mis enormes tetas en su sitio y, al menos, reducían su rebote y balanceo, y otros más de pura moda, que tenían mejor aspecto pero a menudo carecían de la sujeción necesaria, pero que estaban bien para llevarlos si no hacía nada demasiado agotador. Pero para estas vacaciones, sólo había metido en la maleta sujetadores con los que creía que me veía bien, sobre todo con el propósito de esperar que Enrique me encontrara sexy con ellos y que le animaran a querer tener sexo conmigo. Me resultaba difícil de entender, pero últimamente había empezado a vestirme con ropa no porque pensara que me veía bien, ni siquiera porque fuera cómoda, sino porque esperaba atraer a Enrique. El único sujetador que llevaba conmigo que al menos ofrecía un poco de soporte era uno negro y cuando me lo puse, me di cuenta rápidamente de que el tirante de la espalda era fácilmente visible a través de mi camiseta rosa. Pero qué opción tenía.

Estaba listo.



Enrique y yo bajamos juntos a las pistas de tenis, y él insistió en llevarme de la mano mientras lo hacíamos, lo que me avergonzó mucho. Me sentía un enano a su lado sin los tacones, y era raro caminar sin el sonido clac clac de mis tacones, que me seguía a todas partes en los últimos meses. Pero mis tenis, por muy chillones que parecieran, eran tan cómodos que parecía el paraíso caminar con ellos. Enrique tomó las pelotas de la tienda de alquiler que había al lado de las pistas y entramos en ellas para practicar un poco antes de que llegara la otra pareja. El primer problema que encontré fue que al tener las uñas largas, no era capaz de agarrar la raqueta correctamente, y además, al estar acostumbrado a jugar al tenis siendo un hombre de 1,80 metros, ¡mis tiempos se desviaban y la pelota golpeaba el marco de la raqueta o la perdía por completo!

A Enrique no parecía importarle, y claramente sus expectativas de que yo fuera útil eran bastante bajas, lo que me molestaba aún más, haciendo pedacitos en mi orgullo de macho competitivo que todavía ardía ferozmente en mi interior a pesar de mi apariencia. Pero mis enormes pechos me estaban causando todo tipo de problemas. La otra pareja llegó unos 10 minutos después, y parecían de una edad similar a la mía, bueno, la de la señora Rocío y Enrique. Enrique me los presentó, Raimundo y Liliana. Liliana era una mujer muy delgada con un pecho increíblemente plano, y era un poco más alta que yo, mientras que Raimundo un hombre bajo y calvo con un poco de barriga. El juego era bastante amistoso, pero estaba claro que Enrique y Raimundo eran los buenos jugadores, Raimundo era realmente malo, pero al menos era mejor que yo actualmente.

Mis pechos, en su inadecuado sujetador, rebotaban caóticamente bajo la camiseta. Cuando intentaba moverme rápidamente, se quedaban atrás, mis pechos no se sincronizaban con mi mente. Cuando me movía hacia abajo, se quedaban arriba. Si giraba bruscamente, me seguían a bruscamente. En una parada repentina, eran como los muñecos de pruebas de choque que siguen saliendo por el parabrisas. Era imposible jugar con seguridad, y mi estado de ánimo y mi confianza no se vieron favorecidos cuando unos cuantos adolescentes decidieron detenerse a observar, e incluso estaba seguro de que morboseaban conmigo. Me daban ganas de gritarles que yo era mejor pero con este cuerpo solo iba a provocar risas. Cuando me tocó el turno de sacar, ni siquiera fui capaz de lanzar la pelota hacia arriba correctamente, ¡mi brazo no dejaba de chocar con el lado de mi teta! Jugamos durante poco menos de una hora, y para entonces yo estaba completamente agotado, y mi camiseta se había vuelto casi transparente por el sudor. No estaba en forma. Sólo quería volver a la habitación del hotel y acostarme durante el resto del día. De repente, pasar las vacaciones tumbado en la playa en bikini para broncearme no parecía tan malo después de todo...

El resto de las vacaciones transcurrió con relativa tranquilidad, y terminé nuestra estancia de diez días con un bonito bronceado, completo con las líneas de bronceado del bikini, y pronto volví a mi mundana rutina de ama de casa. 

Me resultaba cada vez más difícil encontrar emoción en mi vida, estaba acostumbrado a salir con mis amigos del colegio, a hacer deporte y a intentar llamar la atención de Esperanza en el colegio. Ahora mis días se dedicaban a limpiar y cocinar, y a practicar mis habilidades de maquillaje y peinado viendo vídeos de YouTube. No quería hacer todo esto particularmente, pero había aprendido en los últimos meses unas cuantas verdades incómodas.

En primer lugar, mi deseo sexual como la Señora Rocío era mucho mayor que el de Enrique, y cuanto mejor me viera para él, más posibilidades tendría de conseguir algo de alivio sexual. Incluso si pasaba una noche sin sexo, me pasaba todo el día siguiente tan excitada que prácticamente no podía pensar en otra cosa que no fuera conseguir algo de alivio, y aunque sabía que Enrique adoraba a su mujer, el trabajaba duro todo el día y a menudo estaba tan cansado que se quedaba dormido a los pocos segundos de irse a la cama. A veces, debido a la naturaleza de su trabajo, se ausentaba de casa durante varios días, lo que me resultaba casi insoportable, no porque yo lo echara de menos, sino porque cuando volvía a casa, ¡me moría de ganas de tener sexo! 

También aprendí por ensayo y error el tipo de apariencia y ropa que excitaba a Enrique, por lo que acabé vistiéndome de formas que odiaba o que no me resultaban cómodas, con el único propósito de intentar excitarlo. Enrique parecía estar mucho más interesado en llevarme a la cama si me maquillaba bien, llevaba una falda o un vestido junto con tacones y, preferiblemente, mostraba mucho escote. Por lo que pude ver, el quería que fuera una princesa en público y una puta en el dormitorio. 


El único descanso real de mi rutina mundana que tenía era mi día a la semana en mi trabajo de recepcionista. Me llevaba bien con Montse, con la que pasaba la mayor parte del día trabajando, y aunque era mucho más joven que la señora Rocío, en realidad, a sus 23 años, sólo tenía 7 años más que yo en mi cuerpo real. El trabajo también era fácil, responder a las llamadas e introducir datos en una hoja de cálculo no era más difícil, aunque había veces que tenía que hacer café para los visitantes, lo que siempre me parecía un poco denigrante.

Cuando fui a mi trabajo por primera vez después de nuestras vacaciones, Montse me felicitó por lo bien que me veía con mi bronceado, pero no parecía su habitual alegría. Finalmente, mencionó que su novio la había dejado, y aunque sólo llevaban 6 semanas juntos, estaba claramente disgustada. Me acerqué a ella y le di un fuerte abrazo, con su dulce perfume llenando mis fosas nasales, y me encontré inmediatamente excitado.

 "¿Sabes qué me animará, Chio? Un poco de terapia de compras. ¿Por qué no nos tomamos una hora de almuerzo más larga y vamos de compras? Hay algunas rebajas en el nuevo parque comercial y me vendría bien algo de ropa nueva".

Todavía no me había comprado ninguna ropa nueva desde el intercambio, aparte de lo que compré para jugar tenis, y aunque ahora era más que capaz de seleccionar bonitos conjuntos del amplio armario de la señora Rocío y arreglarme, la idea de ir a comprar ropa me daba dolor de estomago. Pero acepté y, a la hora de comer, Montse nos llevó al otro lado de la ciudad para ir de compras. Nos estacionamos y nos dirigimos a las tiendas. Entramos en una tienda que tenía enormes carteles de "Rebajas" pegados por todo el escaparate. Nos recibió una empleada, pero por suerte Monse consiguió librarse de ella diciéndole la típica de que sólo estábamos mirando. Me dediqué a mirar los interminables raíles de ropa que llenaban la tienda, cuando Monse se acercó con otra empleada.

 "Oye, Chio, hoy ofrecen un servicio gratuito de medición y ajuste profesional de brasieres aquí, que nos lo hagan a las dos.", preguntó alegremente.

 "¿Qué?" Respondí:  "Ya sé qué talla tengo, no creo que sea necesario" dije algo aturdido por la pregunta.

En ese momento, la empleada intervino y dijo que tres cuartas partes de las mujeres llevaban la talla de brasier equivocada, y que era importante medirse para asegurarse de que teníamos la talla correcta, y que además era gratis.

 "Vamos, Rocío, vamos a medir a las chicas", dijo Montse tomándome de la mano y saliendo a toda prisa, sin dejarme tiempo para responder y teniendo que dar pequeños y rápidos pasos para intentar seguir el ritmo, ya que mi falda me limitaba el paso. Me encontré en un cuarto con la asistente de ventas, Montse, y una hermosa mujer pelirroja de unos 30 años, que estaba de pie en la esquina con un portapapeles y una cinta métrica de sastre.

 "Hola, señoras, me llamo Raquel y yo voy a medirlas, ¿Quién quiere ir primero?", preguntó mientras se nos acercaba.

 "Yo lo haré", dijo Montse mientras se desabrochaba la blusa blanca, dejando al descubierto un sujetador de satén blanco con tirantes finos.

 "¿Qué talla usas normalmente?" preguntó Raquel, mientras empezaba a medir el busto de Montse.

 "Llevo años usando una 36B", respondió Montse, mientras Raquel terminaba de medirla.

 "Bueno, deberías llevar una 34C", respondió Raquel.  "¿Por qué no te quitas ese brasier y voy a buscar unos para que te los pruebes?".

Montse asintió con la cabeza mientras Raquel se dirigía a mí.

 "Quítate la blusa y te tomaré las medidas", dijo Raquel. Murmuré un "Vale" y empecé a desabrocharme la blusa, sintiendo nada más que vergüenza y bochorno mientras me la quitaba, sentimientos que se hicieron más intensos cuando mi blusa se desprendió para revelar un viejo brasier que antes era blanco, pero que había sido lavado tanto que ya no era de un color gris apagado, y que estaba deshilachado donde los tirantes se unían a las copas y tenía una pequeña rotura en el lado de la copa de mi pecho izquierdo. Estaba viejo y raído, pero era el brasier más cómodo que tenía. Se me erizó la piel de vergüenza al pensar que yo, un chico de 16 años, tenía un sujetador preferido, y sentí que la cara se me ponía roja de vergüenza.

 "¿Y qué talla usas normalmente?", preguntó Raquel mientras me medía por la parte más ancha del busto, y luego por la parte superior y la inferior.

 "36D", murmuré, con la cabeza inclinada, demasiado avergonzada para levantar la vista y hacer contacto visual con Raquel o Montse que miraban fijamente mi enorme busto.

 "Que te parece, llevas la talla correcta", dijo Raquel, "eres una copa FD muy completa, pero puede que seas una F, pero por qué no te quitas ese y yo iré a buscarte unos nuevos para que te los pruebes, tenemos algunos estilos nuevos muy bonitos, y como sabes, conseguir brasieres bonitos de tu talla puede ser difícil".

Antes de que pudiera pensar en qué responder a eso, Raquel se apresuró a salir del probador Levanté la vista para ver cómo Montse se quitaba el brasier y se quedaba en topless en la habitación junto a mí. Sus hermosos pechos redonditos sobresalían y al mirarlos sentí inmediatamente que mi vagina se mojaba al verlos.

Nerviosamente, me eché la mano a la espalda y desabroché mi viejo y raído brasier, bajando lentamente los tirantes por los brazos y revelando las líneas de bronceado ultra femeninas de mis vacaciones, pero luego sujetando el brasier con fuerza sobre mis tetas en un intento inútil de proteger lo que quedaba de mi dignidad.

 "Nunca pensé que fueras del tipo tímido, Rocío", dijo Montse mirándome mientras sostenía el brasier.  "Tienes una figura maravillosa para tu edad y unas tetas estupendas, si no te importa que lo diga".

Me encogí ante la frase "para tu edad", pero sabía que Montse lo decía como un cumplido.

 "Sin embargo, me gustaría que las mías fueran un poco más grandes", continuó mientras sacaba el pecho frente al espejo, y al hacerlo me excitó aún más.

 "Me gustaría intercambiar contigo", respondí y Montse soltó una risita.  "Dios Rocío, he dicho un poco más grande, pero las tuyas son enormes" me decía mientras me las apretaba por detrás.



Sentí que mi cara se enrojecía mientras me reía junto con Montse.

Raquel regresó un par de minutos después con un brazo lleno de brasieres para que nos probáramos. Dejó una pequeña pila de bonitos y delicados sujetadores al lado de la silla de Montse que eran claramente para ella, antes de dirigir su atención a mí.

 "Vamos, no seas tímida", me reprendió, mientras me quitaba el sujetador que tenía agarrado en el pecho.  "Probaremos este primero, es de nuestra un nuevo modelo", mientras deslizaba los tirantes rosas por mis brazos, y me pedía que me inclinara hacia delante mientras mis pechos salían y entraban en las copas, antes de que Raquel lo enganchara en la espalda. A continuación, metió la mano en las copas de encaje y ajustó mis pechos para que llenaran perfectamente el nuevo sujetador. Me subí los tirantes a los hombros y me miré en el espejo para ver que el brasier había levantado y juntado mis pechos en un enorme y profundo escote, mis ya sobredimensionadas tetas parecían ahora aún más pronunciadas.

 "¡Guau!" exclamó Montse mientras me miraba. — "Rocío tienes que comprar eso, tus tetas se ven fantásticas, Enrique no podrá quitarte las manos de encima con eso", exclamó. Tuve que admitir que mis tetas se veían increíbles, pero no era capaz de apreciarlo debido a la abrumadora sensación de vergüenza que sentía. Era un chico de 16 años, atrapado en el cuerpo de una mujer, de pie y medio desnudo en una habitación con dos mujeres probándose brasieres. Incluso después de tres meses en esta vida, mi mente masculina seguía sin reconocer el cuerpo en el que estaba como mío. Todavía me resultaba extraño. 

Raquel me hizo probar seis brasieres en total, y acabé accediendo a comprar cuatro, principalmente el rosa que tenía un set completo y que sujetaban mis tetas con más firmeza, se sentían bastante cómodos, bueno, tan cómodos como podía sentirse cualquier sujetador, y que podía usar como sujetadores de diario. Los compré queriendo salir de allí más rápido y terminar con esta humillación. Ni en mis sueños más salvajes ni en mi peor pesadilla pensé que me gastaría la pausa del almuerzo de mi trabajo como recepcionista en comprarme sujetadores para que mis tetas se vieran bien para mi marido.

Después del trauma, Montse se compró una blusa nueva, y en un intento de parecer una mujer normal, yo me compré una falda azul hasta la rodilla, que Montse me aseguró que me quedaba muy bien y no me hacía el culo demasiado grande. Una vez hecho esto, almorzamos rápidamente en una pequeña cafetería, donde pudimos fumar un cigarrillo. Mientras me sentaba después de mi cigarrillo para volver a aplicar el lápiz labial rojo claro que se me había borrado mientras comía, me encontré con la idea de modelar mis nuevos sujetadores esta noche para Enrique y esperar que me follara para ayudar a aliviar la excitación que había estado creciendo implacablemente mientras seguía imaginando a Montse de pie en topless en el vestuario de la tienda. 

Apreté los labios, sintiendo cómo se deslizaba por ellos el carmín recién aplicado y luego comprobé en mi polvera que no me había hecho un lío al aplicarlo o que no me había manchado los dientes, deseando poder usar mis labios recién pintados para besar a Montse, pero sabiendo en última instancia que no volvería a besar a las chicas de esa manera nunca más, y que de todas formas ya no poseía un pene para hacer feliz a una mujer, es más era yo el ansiaba uno para aliviar esta frustración. Una realidad que me disgustaba y me emocionaba a la vez. 

Espero que a Enrique le guste este conjunto...



15 comentarios:

  1. Magnífico, me alegra mucho que alguien se haya decidido a hacer una traducción de esta historia, aparte de ponerle imágenes que la mejora mucho. Gracias Andy Uwu

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    1. Muchas gracias a ti AuraM, me gusta mucho que a alguien más le guste ❤️

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  2. Vaya parece que ya se quiere quedar como mujer

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  3. Feliz de que hayas regresado, espero con ansias mas de tus historias

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  4. Para que te molestas en hacer estas pendejadas si siempre es lo mismo que publican todos los blogs a diario que ya no tienen mas ideas de hacer absolutamente nada, estabas bien en donde estabas sin continuar con este blog tan mediocre, misma historia de siempre donde cambia con una mujer madura según no quiere para nada y todo para que al final se vuelva puta no pues si, enserio para que te molestas maldita porquería traumada?

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    1. Imbecil eres tu que te dedicas a verlo, vete y deja a la gente disfrutar de su trabajo, maldito ignorante

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    2. Al parecer tú eres la única porquería traumada por aquí. Maldita basura de persona has de ser. Y te refugias en el anonimato para ofender el trabajo de alguien. Espero te mueras!

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    3. Y otra vez llegan estos pendejos a joder los blogs, por eso la comunidad TG hispana está jodida. Nadie nunca comenta nada y cuando lo hacen solo es para tirar mierda, con todo respeto chingas a tu putísima madre.

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    4. Descerebrado descubre que es el contenido de nicho.

      De verdad, si quieres algo original HAZLO TÚ y deja de molestar a los que SI disfrutamos de esto.

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  5. Yo soy tu mayor fan de tu trabajo 😍 te deje msj en Wattpad ignora comentarios tontos

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  6. Hubo que esperar un año para leer otro capítulo pero valio la pena la espera! Gracias y ojalá pronto subas otro!

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